Fueron los romanos quienes acuñaron por primera vez el término “imperio” instituyendo las bases administrativas y políticas para los gobiernos que se establecerían posteriormente. Sin embargo, desde el inicio mismo de la civilización humana, se tiene evidencia de esta forma de gobierno, donde un individuo busca ir tras la conquista de un territorio determinado, constituyéndose así mismo como figura de autoridad.
A través de la historia hemos visto grandes imperios como el Antiguo Egipto, Persa, Asirio, Macedónico, Mongol, Español y Otomano entre otros. Ya en la actualidad podemos relacionar a países imperialistas como Estados Unidos y China. Cada uno de estos con sus respectivos gobernantes a cargo.
En sentido figurado el término puede ser usado para referirse a una potencia cuya autoridad e importancia son notorias. Ahora, si volcamos la mirada a la definición etimológica encontraremos que la palabra deriva del latín imperium, que a su vez tiene procedencia en el verbo imperare que significa “mandar”. En todo imperio siempre hay alguien que está a la cabeza dando directrices y órdenes para alcanzar determinados objetivos. El problema surge cuando éstos “líderes” tienen carencias cognitivas que terminan arrastrando a otros. Aristóteles decía “Todos los que han meditado en el arte de gobernar a la humanidad se han convencido de que el destino de los imperios depende de la educación de los jóvenes”.
Parece que hoy día la sed de poder ha dejado un tanto olvidado a nuestros niños y jóvenes, ignorando que son ellos quienes, a futuro pueden cambiar significativamente el rumbo de la historia. No importa si estos niños y jóvenes, son propios o le pertenecen a una sociedad que vive en los lamentos de su condición precaria. Todos somos responsables de hacer de este mundo algo mejor y una de las vías para lograrlo es a través de la educación.
¿Sabías que la construcción del ser humano se da durante la etapa de la infancia? La teoría cognitiva de Jean Piaget sostiene que este proceso contiene cuatro fases. El primero lo denominó Sensorio- motor cubre la vida del recién nacido hasta los dos años de edad, en esta etapa los sentidos están en pleno desarrollo y empiezan a tener habilidades motrices. Le sigue Preoperatorio que va de los dos a los siete años, se caracteriza por una interiorización de las reacciones generando mapas mentales. La tercera fase es Operatorio-concreto comprendida por niños desde los 8 hasta los 11 años de edad, donde las operaciones lógicas se emplean para la resolución de conflictos. Y por último se tiene la Operatorio -formal desde los 12 años en adelante donde se crean ideas originales o se plantean situaciones que permitirán un mejor desarrollo de sí mismo frente a la situación.
Con base en lo recién mencionado, se puede deducir que un niño al no recibir atención adecuada en alguna de sus etapas de crecimiento, puede crear una brecha cognitiva en el desarrollo de su carácter; el cual más adelante en distintos escenarios, incluyendo su propio “imperio” o el de otros, acarreará severos problemas. Por tanto, la realidad actual que vivimos puede tomarse como una invitación a la acción. Que si bien, no todos los individuos tienen un llamado filantrópico, se pueden canalizar los esfuerzos a través de diferentes organizaciones que sí tienen este propósito.

Es llanamente lo que se conoce como la ley de la siembra y la cosecha. Si queremos tener un futuro donde el imperialismo tenga características notorias y loables es necesario inculcar en las generaciones que se están formando valores y principios sólidos donde exista una supremacía por el respeto hacia los demás, el bien colectivo, la creación de oportunidades y la búsqueda de propósito.
Lo que vivimos actualmente es una consecuencia directa, de la indiferencia que ha caído sobre la humanidad entera. Es momento de retomar el cauce para que al menos nuevas generaciones recojan frutos de grandeza. ¡Entre todos podemos lograr esta realidad!